Breña Alta se asienta sobre un hermoso valle cuya población se halla concentrada especialmente en las zonas de medianías. Sobre sus 31 km. cuadrados de extensión se reparten los barrios de San Pedro, Botazo, Breña, Buenavista, La Cuesta, Las Ledas, El Llanito y Miranda.

Estas tierras, en su origen, dedicadas al pastoreo de los ganados prehispánicos, tras la Conquista, pasaron a ser territorio cultivado repartido entre las familias castellanas de alto poder económico. Nobles y burgueses residentes en la Capital se hicieron construir ostentosas haciendas para veranear en estas campiñas de tan buen clima. Aquí atesoraban extensas heredades dedicadas a la viña, cereal, frutales, tabaco… sus vinos fueron muy halagados allá por el siglo XVI, considerados como los mejores de la Isla y también fue afamado el tabaco de la Localidad.

Por Breña Alta pasaban los angostos caminos reales que comunicaban a la cercana Capital con la otra vertiente de la Isla. Estos caminos discurrían por los húmedos lomos cubiertos por laurisilva y abundantes castaños. El agua que alimentaba esta espesura vegetal se filtra en el subsuelo dejándose sentir en los lechos de los barrancos donde antaño abundaban las fuentes; una de las más renombradas es la de Aguasencio o Fuente Grande.

La emigración a tierras americanas fue parte de la historia breñusca; en el siglo XIX muchos paisanos huían de la hambruna y encontraron en Cuba el lugar de acogida, tierra con la que hoy se mantienen unos fuertes lazos de unión.

Actualmente han decrecido los terrenos dedicados al cultivo, pero siguen siendo un activo centro de producción de tabaco, frutales y hortalizas. La Comarca cuenta con un amplio polígono industrial y su ritmo económico es dinámico y ascendente.

TRADICIÓN con olor a tabaco

En los tiempos más remotos los rebaños de los aborígenes pastaban por las dehesas comunales que constituían el cantón de Tedote; luego, la agricultura pasó a ser la actividad económica dominante. Viñas, cereales, hortalizas, papas… se han cultivado en estas tierras, pero pensar en La Breña es hablar de montes, tabaco, puros y pureros.
A mediados del siglo XIX llegó el novedoso cultivo del tabaco, ya extendido en tierras americanas. Campesinos emigrantes que retornaron desde Cuba lo introducen en la Isla, siendo La Breña una de las mejores zonas donde proliferaron las plantaciones de tabaco, destacando por su alta calidad.
Muchas hectáreas se dedicaron a cosechar las famosas plantas; hombres y mujeres cooperaban en las labores, mimando cada una de las hojas que acababan atadas en manojitos en largos cujes (palos dispuestos horizontalmente) para su secado. A continuación, se seleccionaban y amontonaban capas de diferentes tamaños, colores y textura. El artesano en su tabla de madera echaba mano de la cuchilla para dar forma a los puros tan preciados por los buenos fumadores.
En la actualidad son muchos los pureros que lían tabaco en Breña Alta; el futuro esperanzador del sector hace que se mantenga viva esta arraigada tradición donde se deja sentir la relación directa entre Cuba y La Palma.

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FIESTAS de enramadas cruces y guirnaldas de fruta

Cada año, con la llegada de la primavera y el verano, época en la que madura la fruta y se recogen las cosechas, las gentes animosas preparan sus festejos.
Sin lugar a dudas, la celebración que adquiere más realce es la de las cruces. En la noche del 2 de mayo, telas, encajes, flores, papeles de colores y alhajas le darán forma a un diseño minuciosamente estudiado. Las mujeres son las encargadas de poner bonita su cruz en una lenta tarea que será el secreto mejor guardado hasta el último momento en clara rivalidad con el resto de las cruces de los distintos barrios. Los hombres y los niños suben a la cumbre a buscar monte; el olor a faya y a brezo se repite en la veintena de cruces que se engalanan en la Comarca.
Estas manifestaciones festivo-religiosas constituyen una expresión artística fruto del trabajo compartido que cada 3 de mayo son admiradas por miles de peregrinos.
A mediados de mayo, ligada a la tradición agrícola y ganadera, se celebra la fiesta de San Isidro Labrador, protector de las gentes del campo. Una popular feria de ganado le da un especial sabor campestre.
Por último, podremos admirar la arraigada costumbre de crear un hermoso arco con verdes ramas en las que cuelgan las guirnaldas de frutas, símbolo de la abundancia en homenaje a la tierra. Bajo él pasa cada 29 de julio el Patrón de la Localidad -San Pedro- sentado en su silla de oro. Los lugareños le muestran su devoción con alegría y le cantan loas en su honor.